viernes, 3 de octubre de 2008

Más discusiones

Lola G. Luna rastrea la historia de los movimientos en pro del sufragio y los derechos de las mujeres, en una Colombia patriarcal donde por tradición "la mujer ha sido el proletario del hombre" (Marx), y donde curas, periodistas, intelectuales, literatos, liberales y conservadores, salvo raras excepciones, renegaron de la emergencia de una nueva mujer rebelde y de su participación en los asuntos del poder del Estado. El texto de Lola, así como el de la precursora Ofelia Uribe de Acosta, Una voz insurgente (1963), muestran la posición en conjunto que líderes políticos y ministros de educación de ambos partidos en el período de los cuarenta, Lleras Camargo y Guillermo León Valencia, por ejemplo: “que las mujeres mejor no se contaminen participando en tan turbios asuntos de la política en el senado y la cámara”. El joven Germán Arciniegas se apoya en Alfonso el Sabio para reservar cotos de caza masculinos, frente a los "brotes demagógicos", que le parecían las simpatías en las cámaras por la causa de las mujeres. Antonio Rocha, José María Samper y Daniel Samper Ortega, entre otros, repiten los mismos argumentos En 1944, estos hombres de Estado aún no percibían las ventajas del voto femenino para la consolidación de las democracias, el poder creciente que tomaban los nacientes medios de comunicación para seducir las mayorías, hombres y mujeres por parejo

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